(c) De lógica, ética y moral IIL

Llegamos al capítulo XXX que A. titula con La vida y la muerte. La realidad, escribe A. puede observarse desde el objeto cosmológico o metafísico y desde la perspectiva antropológica o existencial del sujeto. Todo axioma pertenece a la lógica y un axioma como estructura pertenece al mundo del objeto. La lógica es objeto, pensamiento. Como objeto, lo destacable de la muerte es su relación con la vida, la relación entre el más allá y la vida, lo que nos lleva a un espiritismo, unas experiencias de intersección, unos espacios tiempos coloreados o no, entrecruzados. En una sociedad orientada al objeto utilitarista, la muerte es un negocio más, y como todo negocio tiene un tipo de beneficio medio.

La vida y la muerte, según A., conciernen al sujeto. Nacer y morir son hechos fundamentales del yo. Sin embargo, no recordamos cuando nacemos o qué sucedió en aquellos momentos y tampoco somos conscientes de que nos morimos. Nadie sufre la muerte ya que la muerte no es sufrimiento. Bajo determinadas circunstancias, los cadáveres en putrefacción, dicen, experimentan dolor. Si sentimos la muerte, es que estamos vivos, psicosomáticamente vivos. Sin embargo, A. no escribe nada de ésto. El lenguaje clarifica la vida y la muerte con expresiones como "perder la vida", "alumbramiento", "dar a luz", "fallecer" que curiosamente empieza con el verbo inglés to fall, caer.

A. relaciona la vida con la muerte, lo que significa lógicamente que nuestra forma de vida define una manera de morir y al revés, una forma de morir representa un modo de vivir. También esta relación podría darse, según A., con la "otra vida". Cierta y lógicamente, la muerte es no vida, y la vida es no muerte. La expresión "ésto no es vida" adquiere nuevos sentidos. La disolución del yo, es muerte y la disolución del objeto, por sí misma también. La destrucción de los objetos representa la muerte del sujeto, la muerte del yo.

La experiencia de A. con la muerte, del latín mors, mortis, es la muerte de los demás. La muerte es muerte para los demás, es muerte social. No existe la "muerte propia", poética. El yo, el alma o el espíritu, con la muerte desaparece no así el objeto que puede quedar olvidado, modificado o no. Permanece el recuerdo y la memoria, desde el sujeto, en el entorno familiar y las obras realizadas, desde el objeto, para los demás, para la sociedad.

Doy por finalizada esta entrada. 22/02/2019

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