(c) De lógica, ética y moral XXXVI

A. divide su libro en capítulos breves lo que confiere a la obra una facilidad de lectura, una antesala de lo que son actualmente las entradas de los blogs. El capítulo XXIV comienza en la página 163 y lleva el título Estructura unitaria de la cotidianidad y sentido global de la vida. La cotidianidad es, según A., un escenario donde se desenvuelve una convivencia y ésto exige una espacialidad o un espacio y una temporalidad, un tiempo para los hechos. Si la clase social es una estructura, todos los elementos de dicha clase, forman parte de la estructura. La cotidianidad es entonces una subestructura de clase, un subconjunto de elementos sociales. Este conjunto es afectado por el tiempo, presente, pasado o futuro, según A.

Para Heidegger, el hombre es tiempo. Una liberación de la cotidianidad supone desvincularse del objeto, normalmente con la jubilación. El futuro espacio temporal ya no existe. Los objetos relacionados con la actividad laboral ya no están o no se experimentan como el transporte, la oficina, la empresa, despacho, ordenador, teléfono, agenda, temarios...etc. La rutina laboral desaparece y con ella los objetos cotidianos. Finalmente sólo quedan recuerdos, impresiones laborales o familiares de los objetos o de las personas, es decir, carácter. El futurismo o el situarse constantemente en el pasado son actitudes del espíritu. Las protestas de los pensionistas, actualmente, forman parte de un espíritu reivindicativo.

El futuro de la cotidianidad es mejorar de posición social y retribución salarial, lo cual era deseable en los años ochenta. Existe orientada al objeto, una esperanza, una probabilidad matemática de que algo así vaya a ocurrir, aunque A. solo menciona la esperanza utópica orientada al sujeto, es decir, aquellos sueños o deseos que no son factibles o posibles. Paralelamente, existe también una fe y una moral religiosa. Nombra la fe, la esperanza y también a Lutero, expresando un concepto distinto de religión, orientada al sentimiento, al espíritu y la experiencia religiosa. Retorna al mundo orientado al sujeto en el que los objetos son distintos, como si el hombre pudiera cambiar su ego, el yo. Lamentablemente, el mundo del objeto crea un yo, un estado de cosas que difícilmente puede modificarse. A. aboga por la esperanza que se encuentra en la religión asociada a la salvación, en este caso, terrenal. En Francia, el galicanismo supone una religión orientada al sujeto desde el s.XIV al XIX, cosa que no ocurre en España. El Papa tiene durante este período el poder espiritual del país.

Finalmente, relaciona poesía con pasado, y religión con futuro. Garcilaso de la Vega fue además de poeta, un militar, pero esta contradicción ya se encuentra en su biografía. Garcilaso muere relativamente joven. A. se halla en una contradicción lógica. La vejez cambia una cotidianidad por otra y las personas, con memoria de culpa o no, se abrazan a la religión que no es futuro, sino esperanza, escribe A.. En medio, subsiste la angustia, la tragedia o el miedo a la muerte, lo que también podría haber sido muy normal en los años ochenta.

Doy por finalizada esta entrada. 06/01/2019

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