(c) De lógica, ética y moral LI

A.titula su penúltimo capítulo Sobre cultura y moral de la muerte y del suicidio. Inicia el capítulo con un estudio de investigación del suicidio para preguntarse por qué el suicidio interesa a los sociólogos como Durkheim. Cita como causas la pérdida del sentido personal de la vida o una anómica desintegración de la relación social. Existen según A. suicidios socialmente aprobados y desaprobados. El mártir o el héroe que no se deja atrapar en una guerra, son suicidios aprobados socialmente.

Existen diversos tipos de suicicio. Quedan sin explicar los suicidios colectivos o el suicidio de la persona quebrada, cuyo máximo exponente es el crack del 1929. A. enumera entre otros, el suicidio agresivo, altruísta, místico, escapista, existencialista...etc. La persona que se suicida por causas económicas vive orientado al objeto y la quiebra supone entrar en números rojos, quedar desposeído de bienes en el presente y en el futuro. El pasivo contable supera al activo de tal forma que difícilmente puede repararse con el desarrollo profesional normal. Sin objeto o sin objetos civiles, casa, coche, empresa... la vida ya no tiene sentido. El yo anclado en los activos queda desintegrado. El futuro sin objeto es el descenso de clase social, cosa que finalmente no ocurre, porque actúa el principio de unidad y conservación de clase.

Desde una perspectiva religiosa, la vida y la norma de vida, según A. pertenecen a Dios. El suicidio dentro de algunas clases tiene que ocultarse ya que supone un escándalo y un pecado. Otro tipo de suicicios que eran bastante comunes en los años 80, era el suicidio masivo en sectas religiosas que operaban en Estados Unidos y otros lugares del mundo. Estas sectas producían un efecto contrario al refuerzo del yo, una sutitución del espíritu individual por el espíritu religioso, es decir, una alienación. Ciertamente las religiones occidentales están orientadas al objeto, de la misma forma que el sistema económico con el que conviven. Estas sectas estaban orientadas al sujeto. El espíritu de la secta orientada al sujeto posiblemente entraba en conflicto con el entorno, el estado nación o el país. El principio de la libertad actúa a posteriori, denunciando de alguna manera los hechos a la comunidad internacional.

A. plantea la pregunta típica de los años 80. ¿ Es el suicida un valiente o un cobarde ?. Desde la lógica, la pregunta no tiene sentido ya que la valentía o la cobardía son rasgos humanos, relacionados con la personalidad y el carácter. El suicidio es la ausencia del yo, desde el sujeto. Sobrevive el carácter aprendido convertido en una programación hombre máquina. Posiblemente en una secta, en un ejército vencido, o en una oficina de inversiones fallidas, los valientes o dinámicos se suicidan antes y los cobardes o pusilánimes más tarde. Evitar el suicidio supone la reconstrucción de un yo o de un objeto, que se hace inviable ya que existe una identidad entre los dos, atemporal y no probabilística.

Doy por finalizada esta entrada. 28/02/2019

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