(c) De lógica, ética y moral XVI
El pensamiento de A., si existe, desde la perspectiva de los principios, adquiere una nueva interpretación. El mundo regido por principios escritos como identidades o ecuaciones, representa una imagen lógica de los hechos, una dimensión tautológica cuyo desfase origina el desarrollo de la estadística o probabilidad y el conflicto mundano. A. titula su capítulo X, con El hombre, estructuralmente moral. Parte posiblemente de una visión existencialista, de una existencia sin sentido, de un mundo convertido en actitud, para intentar crear un hombre que construye su vida a través de sus actos. De acuerdo con Aristóteles, todo hombre tiene un fin, la existencia tiene un sentido.
Todas las decisiones serán buenas si se acercan a los principios universales y serán malas si se alejan de ellas. El yo, el sujeto, puede decidir, pero estas decisiones tendrán efectos condicionados a los principios. Por ejemplo, un matrimonio puede decidir separarse de mutuo acuerdo, anulando o reforzando el principio de conservación, lo que representará finalmente la anulación del principio de igualdad relacionado con la descendencia. La separación puede hacer emerger un sentimiento de injusticia, para los niños pequeños o uno de los cónyuges, lo cual es en realidad una desigualdad, el comienzo de una nueva vida o un quebranto de la actual. De la misma forma, la infidelidad vulnera el principio de igualdad.
A. nos recuerda constantemente con el principio de libertad que el sujeto puede, en el sentido de Fichte, llenar su vida de acción o en el sentido de Bergson, evolucionar creativamente. Pero para que esto se produzca, no se puede alejar del principio de libertad e igualdad. Los objetivos del hombre no pueden desvincularse de los principios que rigen el mundo. El yo o el sujeto, que A. llama hombre, se adhiere a múltiples modelos, ya sean éstos, paternos, familiares, sociales, de clase, étnicos, nacionales...etc. Cualquier tipo de educación o instrucción, está limitada por el objetivo, el fin de la misma. Para el filantropismo, la educación debe proporcionar felicidad o según Dewey, la educación tiene que despertar el interés por conocer, o según Bergson, la educación tiene que representar un impulso vital. La educación es lógicamente una variable. Lo inmutable son los principios.
Sin embargo, el principio de igualdad y libertad no ha podido desprenderse a lo largo de la historia de las clases sociales o la división del trabajo. El esclavismo sobrevive en el mundo durante miles de años. De hecho el mercado de esclavos era similar al mercado de trigo, especias o telas. Los esclavos son la base económica del imperio romano, los siervos de la gleba, la base de la economía feudal, por lo que el principio de libertad e igualdad, ha estado condicionado históricamente a principios de economía y de conservación. El declive del imperio romano, cuyo principio fundamental era la unidad del imperio y el surgir de la Edad media, no es el resultado de un principio de libertad sino de la supremacía del principio de unidad religiosa frente al principio de unidad de estado. Aún así, el principio de libertad sale fortalecido. Los esclavos, negros o blancos, podían comprarse o venderse, los siervos de la gleba, no. El cristianismo que sufre la esclavitud y martirio, reconoce la libertad de todos los individuos. Sin embargo, en la Angola del s.XVII, podían encontrarse jesuítas comerciando o colaborando con el tráfico de esclavos.
Doy por finalizada esta entrada. 09/01/2019
El pensamiento de A., si existe, desde la perspectiva de los principios, adquiere una nueva interpretación. El mundo regido por principios escritos como identidades o ecuaciones, representa una imagen lógica de los hechos, una dimensión tautológica cuyo desfase origina el desarrollo de la estadística o probabilidad y el conflicto mundano. A. titula su capítulo X, con El hombre, estructuralmente moral. Parte posiblemente de una visión existencialista, de una existencia sin sentido, de un mundo convertido en actitud, para intentar crear un hombre que construye su vida a través de sus actos. De acuerdo con Aristóteles, todo hombre tiene un fin, la existencia tiene un sentido.
Todas las decisiones serán buenas si se acercan a los principios universales y serán malas si se alejan de ellas. El yo, el sujeto, puede decidir, pero estas decisiones tendrán efectos condicionados a los principios. Por ejemplo, un matrimonio puede decidir separarse de mutuo acuerdo, anulando o reforzando el principio de conservación, lo que representará finalmente la anulación del principio de igualdad relacionado con la descendencia. La separación puede hacer emerger un sentimiento de injusticia, para los niños pequeños o uno de los cónyuges, lo cual es en realidad una desigualdad, el comienzo de una nueva vida o un quebranto de la actual. De la misma forma, la infidelidad vulnera el principio de igualdad.
A. nos recuerda constantemente con el principio de libertad que el sujeto puede, en el sentido de Fichte, llenar su vida de acción o en el sentido de Bergson, evolucionar creativamente. Pero para que esto se produzca, no se puede alejar del principio de libertad e igualdad. Los objetivos del hombre no pueden desvincularse de los principios que rigen el mundo. El yo o el sujeto, que A. llama hombre, se adhiere a múltiples modelos, ya sean éstos, paternos, familiares, sociales, de clase, étnicos, nacionales...etc. Cualquier tipo de educación o instrucción, está limitada por el objetivo, el fin de la misma. Para el filantropismo, la educación debe proporcionar felicidad o según Dewey, la educación tiene que despertar el interés por conocer, o según Bergson, la educación tiene que representar un impulso vital. La educación es lógicamente una variable. Lo inmutable son los principios.
Sin embargo, el principio de igualdad y libertad no ha podido desprenderse a lo largo de la historia de las clases sociales o la división del trabajo. El esclavismo sobrevive en el mundo durante miles de años. De hecho el mercado de esclavos era similar al mercado de trigo, especias o telas. Los esclavos son la base económica del imperio romano, los siervos de la gleba, la base de la economía feudal, por lo que el principio de libertad e igualdad, ha estado condicionado históricamente a principios de economía y de conservación. El declive del imperio romano, cuyo principio fundamental era la unidad del imperio y el surgir de la Edad media, no es el resultado de un principio de libertad sino de la supremacía del principio de unidad religiosa frente al principio de unidad de estado. Aún así, el principio de libertad sale fortalecido. Los esclavos, negros o blancos, podían comprarse o venderse, los siervos de la gleba, no. El cristianismo que sufre la esclavitud y martirio, reconoce la libertad de todos los individuos. Sin embargo, en la Angola del s.XVII, podían encontrarse jesuítas comerciando o colaborando con el tráfico de esclavos.
Doy por finalizada esta entrada. 09/01/2019
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